Ese que ustedes ven ahí, el del pantalón corto, gafas de sol, camiseta a rayas, barbita y sin pelos (el más bajito ¿eh?, que el otro soy yo) es mi primo Migué.
Lo conocí en una tarde de palabras y música que celebramos en La Fábrika, en Cádiz. Luego coincidimos en varios encuentros y ahora estamos embarcados, junto con nuestro amigo David, en El Fuego de la Utopía.

Miguel Ángel Rincón Peña es un ser especial. No, no piensen ustedes que tiene tres brazos o que es capaz de levitar o atraviesa muros. Nada de eso.
O casi, por que dotes de mago sí que tiene. Es capaz de sacar de su chistera (chistera de trabajo, sudor y esfuerzo) todo un ciclo de Poesía de una noche de Verano a coste cero. De nuevo ha llenado de magia los viernes de Agosto en la Taberna Irlandesa de Prado del Rey gracias a su esfuerzo. Eso sí que es magia.
Produce la revista El Diván, es articulista, asiduo en un programa de radio, cabeza visible del grupo Aldaba, fundador de El Fuego de la Utopía, cantante, músico en no sé cuantos grupos... Ah, y poeta. Pronto estará un nuevo libro suyo en la calle.
Pero lo especial está en su persona. Se inagura cualquier acto organizado por él. Viene hacia ti con esa sonrisilla de "te tocó" y te comenta "..y porqué no lo presentas tú?"
Un servidor, en el poco tiempo que lleva en esto de las letras, que ha conocido verdaderos ególatras profesionales, se queda sorprendido cuando una persona que se ha dejado la piel en organizar un evento prefiere quedarse entre bambalinas antes de presentar un acto que sin él no se hubiese producido ni por asomo.
Por supuesto que es un placer estar a su lado, a sabiendas de que es muy difícil alcanzarle. Me conformo en ser (en término ciclista) su gregario y llevarle el bidón de agua (o de lo que sea). Pero seguirle la rueda, eso, eso es imposible.
¿Tendrá reconocimiento todo lo que mi primo Migué está haciendo por la palabra? Bueno, la verdad, hace tiempo que he perdido la confianza en el ser humano institucional y no veo yo que estén por la labor. Más posibilidad hay en que en un pueblo bauticen la Casa de la Cultura con el nombre de cualquier participante local en uno de esos programas basuras que nos bombardean cada tarde a que al Rincón le den el sitio que merece. Pero bueno, tampoco es nada traumático, pues, al fin y al cabo, no es esa su meta.
Desde luego, con gente como él, a la tercera sería la vencida.
Pues eso, que es un placer estar entre sus amigos.