domingo, 13 de abril de 2008

¡NO! A LA MATANZA DE FOCAS

Mi buena amiga Pepsi (www.pepsiland.es) ha publicado en su página este escrito. Escrito que hago mío en el sentimiento de repulsa contra esta masacre anual.

Poco puedo añadir.

Una vez más, agradecerle que nos abra los ojos.

¡NO! A LA MATANZA DE FOCAS

No puedo, no puedo escribir uno de mis tontos cuentos. Estoy horrorizada, un año más, con la tradicional matanza de focas en Canadá.

Este año, 325.000 focas morirán frente a la costa de Canadá. No puedo analizar ni discutir cuales son los motivos que pueden llevar a un ser humano a cometer estos crímenes. No, no me cabe en el cerebro cómo se puede aporrear, disparar, masacrar, y despellejar, abrir en canal mientras aún están vivos a estos seres. Es una vergüenza humana apoyada por el gobierno de Canadá.

No entiendo el afán del ser humano en vestirse con cadáveres. No entiendo que ahora, emerja además otro negocio infame para justificar estos actos, y nos vendan la carne de foca por sus propiedades en el puto Omega3 de los cojones, porque parece que no podemos ya vivir sin él.

Tengo el estómago revuelto y el corazón todavía más. No puedo ver las imagenes de esta matanza sin llorar, vomitar y revolverme en rabia. Por eso me sumo al boicot a Canadá.

Y me sumo también a la iniciativa de países como Bélgica, Francia, Reino Unido, Italia y Estados Unidos de prohibir el comercio con estos pobres seres.

Dejo aquí, para que quien pase por este humilde blog, los siguientes enlaces de interés:

http://www.altarriba.org/2/verguenza/vg1.htm

http://www.greenpeace.org/espana/news/greenpeace-contra-la-matanza-d

http://www.fondationbrigittebardot.fr/site/actu_en.php?id=7508

sábado, 5 de abril de 2008

A alguien se lo escuché

Melódica, rítmica. Una vez, otra vez. Una gota, otra gota. Escucho y veo sus ondas, su estallido al chocar contra la loza del lavabo. Me levanto, ajusto la válvula del aseo. Apoyo mi espalda en el friso helado mientras percibo la sensación que transmite mi piel al cerebro. Y recuerdo…

Recuerdo cuando llegué aquí y me instalé entre vosotros. Qué más da de donde viniera, lo que en un pasado hiciera o de lo que huyera. Llegué con la lluvia a una estancia para gatos, angosta y oscura. La lluvia seguía presente en el interior por medio de la gota que descendía de esa curva que hace el codo de la tubería en el lavabo. Se quedaba ingrávida, sola, protagonista del momento hasta que la fuerza de la gravedad la empujaba hasta el suelo para destrozarla de una forma violenta pero elegante. Me di cuenta que de nada valía hacerle duelo puesto que, al instante, otra ocupaba su lugar.

Eran días donde descansaba en la piltra con el planetario de arañas que rememoraba, vagamente, la bóveda azul de algún cielo, de algún lugar. Descansaba mi cuerpo, descansaba mi mente. Eran días de mezclarse con vosotros, con la mirada dócil del que no es de aquí. Con la dulzura empáticamente estudiada (sólo comparable a aquella que está instalada en los rostros de los monitores sociales carcelarios), pidiendo, mendigando: “hacedme un huequito, que ya no puedo volver”. Mezquina fortuna. Yo que llegaba de donde vuestros hijos se juegan la vida por entrar, os suplicaba favor y hospitalidad.

La piltra, la gota y yo, formábamos una sola mente bajo un firmamento de redes en donde firmamos “El manuscrito para la Supervivencia”. Y lo pusimos en práctica. Fueron años duros, pero gratos. Cualquier avance era festejado con la generosa espuma de aquella lata de cerveza, la mejor oferta del supermercado cercano.

Hoy manejo auto con abecedario (ABS, GPS…), casa propia, botellero abarrotado, aire acondicionado y nevera repleta.

Pero cuando, alguna vez, oigo la cadencia musical de ese suicidio colectivo de gotas de agua, me levanto, cierro la válvula, apoyo mi espalda contra el friso helado para ahogar la lágrima de mi mente que me reclama “….y sin embargo era feliz”.