martes, 16 de septiembre de 2008

Mi prima Mari



Cuando menos lo esperabamos, el destino tuvo el detalle de presentarnos a Papillón (mi prima Mari Olveira)

Hija de Ingenio, sonrisa generosa, ojos plenos, mente clara, poesía pura.

Camina con la intención de no llamar la atención más de lo necesario, pero lo "estropea" todo en la primera conversación que tienes con ella. Es un imán que te atrae. Y ella, a su pesar, no puede hacer nada por evitarlo.

Y lo traslada a su poesía.

Verdad desnuda vestida con la fuerza de la ola que llega a la playa, salpicándonos con su fuerza transmutada en palabras sin desperdicio. Libre y franca. Como ella.

Una vez embestida la playa, la ola regresa al mar sin tanta espuma, serena, melancólica. Aquí, la palabra, siempre la justa, se ha metido sin remedio por debajo de nuestra piel.
Era inevitable sucumbir a la palabra, cuando ésta tiene la capacidad de transmitir.

He tenido la suerte de conocer amigos y amigas en esto de la escritura y todos me han enseñado algo.
Mi prima Mari me ha enseñado que las letras pueden ser reflejo de uno mismo. Esto, que no es fácil, pues vende poco (notorio pecado del hoy global), es su seña de identidad.

No olviden este nombre y disfruten de su poesía.


HE SACADO A LA POESÍA A PASEAR POR LAS CALLES

He sacado a la poesía a pasear por las calles,
a recorrer aceras y sonrisas, palmos de tierra por conquistar.
En el camino he ido descubriendo que puedo ver gaviotas surcando cielos de lluvia,
esperanza detenida en contenedores de basura,
señales de tráfico que piden que pare el consumismo,
un buzón que no espera cartas porque ya nadie escribe a nadie,
ojos perdidos en un inmenso mar de sangre,
voces multirraciales que no saben comunicar lo que sienten sus corazones,
perdones malgastados entre gracias y lo siento tanto,
el canto de las sirenas y sus luces deslumbrantes,
suciedad y abanicos de posibilidades enredándose en la piel de los lagartos,
hartos escarmentados que no buscan más destino que el camino que recorren,
nombres desaprendidos y hombres que nombran razones,
incendios de amor mezclados con miedo a errar nuevamente,
vacías cuencas y cuentas siempre pendientes,
una guitarra con las cuerdas destrozadas y unos dedos que la lloran,
la hora en la que todo empieza y en la que se acaba lo que se daba,
esclavas del intento que mueren calcinadas por su empeño,
desiertos de hormigón y un camión que transporta hierro,
entierros de lujo y un reflujo de desastrosas consecuencias,
esencias de perfume mezcladas con hadas madrinas,
espinas que se clavan en la yemas y abren la puerta de los ríos,
frío… con su lluvia peregrina de abriles caducados,
helados barrotes invisibles donde permanecen los sueños encarcelados,
alados escotes que muestran senos sin dueño a la espera de caricias,
subrepticias escapadas de las barricadas del destierro,
encierro de la rutina entre ventanas de calcados pianos,
manos que piden y claman por su derecho a ser escuchadas,
espadas para la guerra que se aprende a perder cuando eres niño,
guiños disfrazados de espuma de cerveza y cuerpos alcoholizados,
amados que ya no aman,
obreros que nunca amaron
y esa voz… que sume al alma en una congoja permanente
y a la mente despedaza con espasmos derretidos en el horno de las risas,
prisas en la carrera vital que sólo lleva a la muerte,
suerte que se vende en los comercios de ilusiones por encargo…

He sacado a la poesía de los libros y su celda de tinta silenciosa
para hacer de ella una rosa encadenada al empeño de comer sin correr,
sin ser devorados,
sin que nos arañen las uñas carroñeras
que no esperan a sabernos salvados porque sólo quieren ser nuestra piel,
miel para las gargantas que se desgañitan en los gritos
escritos en el pasado por un mago del presente
cuya mente sólo era capaz de amputar errores a los espejos,
lejos, como siempre,
lejos de aceptar que todo está hecho,
que somos desecho y basura en las alturas,
mientras abajo transcurre el otro mundo,
inmundo,
punto de partida para ciegos y solistas
de las largas listas de aquellos que nunca,
que jamás serán escuchados.


papillon 30 – 04 – 08

3 comentarios:

Manuel García dijo...

¿Una prima? No, verás como al final todo queda en familia.
Firmado:un pariente lejano.

mi primo y yo dijo...

Ah, mi primo Manuel.

La familia de las letras se va agrandando casi sin querer.

Es algo que viene solo, de manera callada. Cuando nos damos cuenta ya estamos unidos por las palabras. Emparentados por ellas.

Y tú lo sabes bien.

Esta prima que aquí presento, es todo un lujo. Tiempo al tiempo.

Un abrazo, artista.

Anónimo dijo...

Primo, aunque parezca un tópico: me quedé sin palabras...

¿Darte las gracias? ¿Quién dice que eso representa lo que me hicieron sentir tus palabras?

Salud.

papillon