Uno, que, aunque quisiera, no peina canas, ya tiene una edad.
Y, llegado a la misma, había logrado desprenderme de la inocente devoción que sentía por ciertos cantautores que me llevaban a un tratamiento más cercano a la hagiografía que a la realidad. Qué quieren que le diga.
He de decir que los he seguido, los sigo y los seguiré pero ya desde la óptica de lo humano, del tú a tú y de creerme justo lo que tenga que creerme. Ni más ni menos.
Pero, hete aquí, que cuando más tranquilito estaba, aparece esta cantautora intentando socavar y minar todas estas defensas, productos del tiempo y el desengaño. Cualquiera que me conozca y hay mucha gente que me conoce muy bien, bueno mucha gente es algo exagerado por mi parte, hay gente, o mejor, hay alguna gente, mejor poca gente ¿me sobran los dedos de una mano? Bueno ¿y a ustedes qué le importa si son muchos o pocos? Cotillas. Total que el, la o los que me conocen saben que no lo voy a permitir.
Oigan, que yo soy yo, que tengo una edad y no voy a consentir a una jovencita con una guitarra que me quiera mostrar el camino a tomar en estos momentos, que me quiera recordar que hay que implicarse, que me muestre que hay que dar un paso al frente o, simplemente, me requiera en conciencia.
¡Apañada va! Esa criatura no sabe con quién se la está jugando.
Pero la cosa ha empeorado: Merchi, mi compañera, siempre, se me acerca en un concierto y me dice: Cada vez que escucho a Lucía se me ponen los vellos de punta.
¡Hasta aquí podíamos llegar! Que intente socavar mis defensas tiene un pase, pero que intente inocular sus acordes en mi gente…¡Es la guerra!
Ya se iba acercando. Yo, allí, aguantando el tipo, desafiante. En este punto he de reconocer que cometí un pequeño error de cálculo: me había colocado dirección al Sol, altura mis ojos, mismamente. Así que, más que Gary Cooper, con los ojos entrecerrados por aquello de los rayos, me había transmutado en Fu Manchú en un plis, plas.
Así y todo mi ataque estaba a punto de consumarse. Se acercó, se puso a mi altura y…me dio un largo abrazo y dos besos.
¡Ah, traidora! Ya va contagiando a todo el mundo con su sonrisa, empalagando con su manera de hablar, con sus ganas de vivir. Y un coro de seguidores, amigos, la reciben y la acompañan en todo momento y ella es una más en las risas y las bromas.
Un respiro. Ve una oveja suelta y va a saludarla “Es lo mío”, me dice. Ella es pueblo, pero pueblo de verdad, por eso sus canciones son tan creíbles, por eso conecta.
Siempre la veo igual, y eso que tantos viajes, tantos kilómetros terminan por pasar factura. Pero todo es llegar al sitio, encontrarse con los amigos y las sonrisas bien sirven de bálsamo.
Ya en el escenario se transforma. La vemos distinta. Desde el primer acorde que sale de su guitarra hay un silencio respetuoso, una necesidad de escuchar, de recibir su mensaje, de dejarnos sorprender, una y otra vez por los mismos temas, hasta aparecer el maldito nudo en la garganta que provoca al escucharla. Emociona.
Además nos regala la presentación de su último tema “Tengo las manos cansadas”.
Miro a Merchi, dejándose las manos en los aplausos. Nos sonreímos y me dice: No hay manera, otra vez igual.
Vale, vale, admito mi derrota. Pero solamente es una batalla, no he perdido la guerra.
Me informaré de sus actuaciones,
http://www.luciasocam.es/, y el día menos pensado me presentaré allí donde esté y la venganza será terrible.
Así será, siempre y cuando, claro está, no me dé antes un abrazo.
CAMINANDO
“En el poema debe haber barro,
con perdón de los poetas, poetísimos”
Gabriel Celaya
No quiero que me aplaudas
si no me entiendes.
No quiero que me escuches
si no comprendes
que mi canto es el barro
que brota en las aceras
y es la pena y la alegría
que toda mi gente lleva,
donde yo hundo las manos,
donde yo busco sus huellas,
mientras tú, pobre diablo,
te estás limpiando las suelas.
Ten presente que:
Mi gente siempre a mi lado,
ni delante ni detrás.
Soy más que un pentagrama,
un verso, una canción.
Hunde las manos en el barro
igual que las hundo yo.
Y si sirviese de algo
aquí dejo mi cantar
alzando la voz de esos
que no la pueden alzar.
Canto junto con aquellos
que desentierran verdades,
buscadores de utopías
por los campos y ciudades.
Van escribiendo en el aire:
Todos somos iguales.
Buscadores de utopías
por los campos y ciudades.
Ten presente que:
Mi gente siempre a mi lado,
ni delante ni detrás.
Soy más que un pentagrama,
un verso, una canción.
Hunde las manos en el barro
igual que las hundo yo.