Fue en Prado del Rey, hace ya algunos años. Era una de esos
eventos que tiene a bien organizar Miguel Ángel Rincón Peña.
Me encontré con un chiquillo delgado y un poco nervioso
acompañado por sus padres.
“A ver si llega al escenario”, pensé para mí. Y no solo
llegó al escenario sino que llenó toda La Taberna Irlandesa de aromas de
Andalucía. Aromas puros, comprometidos, de mar, de tierra, de recuerdo, de
respeto y, sobretodo, de una gran inteligencia.
Así fue y así es siempre que mi primo Luis se sube a un
escenario y, para bien o para mal, es lo que siempre buscamos sus seguidores.
Aquí todo está inventado, ya lo sé, pero este erudito
andaluz sigue transitando por su camino. Camino fiel a una idea y eso es de
agradecer.
Cada vez que nos vemos siempre hay una sonrisa franca, unos
brazos abiertos preludio de abrazo
sincero y cariñoso.
Ya ven ustedes, aquel chiquillo huesudo me ha enseñado más
dignidad y conciencia que muchos “vende humo” arrolladores bajo el neón y los euros.
Que sigas tu camino, que seas feliz y que yo tenga el honor
de compartir escenario contigo.
El cantor (a Luis de Manuela)
Una mano en
la guitarra
la otra en
el corazón,
la verdad en
la garganta
y en sus
palabras razón.
Abres surcos
con tus pasos
en tierra
noble y sencilla
preñándolos
con tus obras.
Tus
canciones son semillas
que dan ese
fruto raro
que se llama
dignidad,
compromiso,
puño alzado,
farol en la
oscuridad
de este
camino larvado
de
injusticia y falsedad.
¡Ay Luis, mi
Luis de Manuela!
Cantor de
tierra y de mar,
que no se
apague el cantar
de la sierra
a Trebujena.
Quijote
trebujenero,
maleta,
guitarra y grito.
Prestas voz
a mil poetas
y no olvidas
a un maestrito.
Y en esta
vuelta a casa,
calle
Sanlúcar sin par,
Antonio,
Juana y Pepa
saben de tu
buen cantar
y quieren
que el mundo sepa
que nada te
hará callar.
Una mano en la guitarra
la otra en el corazón,
la verdad en la garganta
y en sus palabras razón.